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 Cesc, capataz y obrero

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MensajeTema: Cesc, capataz y obrero   Cesc, capataz y obrero Icon_minitimeSáb Mar 29, 2008 1:37 pm

LONDRES.- Cesc Fábregas vive al filo de la edad de la inocencia, pero ha perdido un punto de ingenuidad. No es exactamente el chico que hace dos años estrenaba carné de conducir y exhibía con orgullo las llaves de su primera casa. Sigue viviendo en Enfield, al norte de Londres. Desde allí otea con cautela la onda expansiva de su progresión, que lo ha empujado este año a la primera línea del fútbol mundial.

Del niño al hombre, y otra vez el niño. En medio de este ascenso, Cesc acaba de dejar en el camino al hombre que puso su proa en dirección a Londres y ha abrazado los servicios de Darren Dean, hijo de quien fue presidente del Arsenal. El agente de Thierry Henry será ahora el encargado de gestionar su futuro y negociar su renovación.

Y es que Cesc es un valor cotizado al alza. Ejerce de capataz en el centro del campo del Emirates Stadium y mientras, apura los estudios que le abrirán las puertas de la universidad. "Es un módulo de Business, ¿cómo se dice en español?", pregunta algo perdido en los vericuetos de la traducción. En Londres asiste a unas clases a distancia con una tutora española. Obviamente «me convalidan el inglés y alguna cosa más por ser deportista de élite». Su novia, Carla, le lleva la delantera. Está a punto de terminar la carrera de Psicología. El año pasado estuvo de Erasmus en Londres y superó la prueba "con notables y algún excelente", según cuenta el futbolista con orgullo. El Cesc estudiante se enfrentará a su examen final en España unos días antes de que llegue su otra gran prueba: la Eurocopa.

Cuenta que los estudios fueron una promesa a su madre cuando abandonó La Masía a los 16 años. "Estudia inglés", le advirtió, consciente de que el fútbol podía convertirse en una ilusión rota a la vuelta de la esquina. Estudió inglés y también francés. No demasiado pero sí el suficiente para comprender al míster y a los colegas de vestuario en el equipo más galo de la Premier League.

Sus padres ya no vienen a Londres tantas veces como antaño: "Ahora ya se conforman con llamar, pero se plantan aquí en cuestión de horas si notan que estoy mal al teléfono". En Londres cuenta con su particular ángel de la guarda. Noreen, la dueña irlandesa de la casa donde vivió junto a Philip Senderos hasta que rebasó la mayoría de edad. Ella fue también la protectora de Fran Mérida hasta que se fue cedido a la Real Sociedad. "Philip y yo vamos a cenar mucho a su casa", comenta entre risas, "nos llama antes y después de cada partido, es una fanática".

El catalán es un enamorado del trajín de Londres. Se nota que la ciudad de moda en Europa, amada y odiada a partes iguales, ha forjado su madurez. Y Cesc aprovecha todas sus posibilidades. Cuenta embelesado cómo disfrutó de sus últimos incursiones en los musicales, 'We will rock you' o 'Mamma Mia' o cómo tuvo oportunidad de conocer a 50 Cent después de un concierto que disfrutó con los colegas de la plantilla. El hip hop es una de las bandas sonoras predilectas de los gunners. Era la música con la que Thierry Henry solía martillear los tímpanos de sus colegas en el vestuario antes de cada partido. "Ahora los africanos ponen mucha música africana. A mí me tienen loco, me ponen la cabeza como un bombo", protesta con cierta sorna.

Pregunta. Sabemos que es un fanático de la serie Little Britain.
Respuesta. Sí, me encanta. Conozco a Matt Lucas [el gordito del dúo], hemos coincidido en algún acto benéfico y estamos preparando cosas juntos. Pero aún no lo puedo contar.

P. Y conoció a Nick Hornby [autor de 'Fiebre en las Gradas', un libro que habla de la afición al fútbol de un seguidor del Arsenal] en su fundación TreeHouse para niños autistas.
R. Sí, me regaló una edición en español de Fiebre en las Gradas, pero aún no me lo he leído. Bueno, dí que sí. Me gusta conocer a este tipo de gente. Cesc se alegra del éxito de Juande Ramos. Han coincidido en un par de ocasiones. La primera en una cena organizada en diciembre por la Embajada de España en honor de los compatriotas de la Premier: "No estamos mucho en contacto, y además siendo del equipo rival...". Y sonríe.

P.
En cierto modo fue testigo y víctima del efecto Juande. Les impusieron un 5-1 en la semifinal de la Carling.
R. Bueno, si lo quieren plantear así... En ese partido hubo dos mentalidades. Nosotros jugamos prácticamente con el juvenil, todos tenían 18, 19 y 20 años. Ellos iban a tope porque se jugaban prácticamente la temporada. Resulta sorprendente que Cesc, a sus 20 años, marque distancia con los juveniles. No es para menos. Él está ya en otra galaxia.

P. ¿Y los gunners hacen dieta, como el Tottenham?
R. No somos rigurosos. Comemos bien en las concentraciones y después cada uno es profesional para cuidarse fuera del campo. No soy goloso, pero me gustan los donuts ¡y los donetes!. ¡A quién no!

A Cesc le aguarda esta tarde el Bolton de Iván Campo, pero el partido se antoja sólo un aperitivo a la vista de lo que se avecina. En apenas una semana, tres partidos a vida o muerte con el Liverpool de Benítez. El primero y el último en los cuartos de final de la Liga de Campeones y por el medio un partido que decidirá si el Arsenal se despide definitivamente de la lucha por la Premier.

Al catalán no le tiemblan las piernas, pero es consciente de la importancia de lo que se trae entre manos: "Son tres partidos en los que nos jugamos la temporada. Europa es algo muy importante. Ellos han llegado dos veces a la final en los últimos tres años y nosotros queremos repetir, pero será difícil. Ellos saben jugar muy bien este tipo de partidos".

A Cesc se le asoma de nuevo a la cara el niño cuando se le pregunta por los españoles de Anfield: "Rivales, no. (risas) Son mis amigos. Bueno, rivales sí durante esos tres partidos, pero somos buenos amigos. En la concentración [de la selección] ha habido chascarrillos y bromas entre nosotros. Torres dice que va a marcar un golito, pero yo prefiero callarme y hablar en el campo".

A Torres le ve muy bien, muy cómodo en su recién estrenado papel de ídolo de Anfield: "Cuando llega alguien a Inglaterra, siempre hay dudas sobre la adaptación, pero él está rindiendo a un nivel increíble. Éste fútbol le va como un guante: es un jugador fuerte, es rápido, tiene potencia, es certero de cara al gol y sobre todo crea espacios, algo que aquí es fundamental".

P. En el Atlético había un cortocircuito...
R. Bueno, allí no tenía los jugadores que tiene ahora alrededor. Y luego, la presión de ser capitán desde los 19 años. Todo lo bueno se lo llevaba él, pero todo lo malo también. No se hablaba de nadie más. El Atlético era sólo Fernando Torres. Y eso no fue muy beneficioso, sobre todo porque el club no estaba pasando por su mejor momento y todas las críticas caían sobre él. Son cosas que cuando uno es tan joven te hacen darle vueltas a la cabeza y pasarlo mal.

P. Nada que ver con lo que ocurre ahora.
R. Pues no. Aquí se siente con libertad, está arropado por buenos jugadores, pasa por una buena racha, la afición lo adora... En este momento lo tiene todo a favor para seguir creciendo y triunfar.

La presión que sufrió Torres en el Atlético es algo que nunca ha afectado a Cesc, criado bajo el manto benéfico de Arsène Wenger. "A mí la presión siempre me motiva, me ayuda a concentrarme y a hacerlo bien".

P. Como el día que marcó el gol de la victoria frente al Milán...
R. Como ese día. San Siro fue una noche muy especial. Fue muy importante. Y sin embargo uno la mira ahora, fríamente, y en realidad fue sólo una noche más. Todavía no hemos hecho nada. Tenemos que seguir peleando por lograr un objetivo tan bonito.

Al catalán es difícil despojarle de la carcasa de la humildad. Es algo que sólo sucede cuando uno le habla de Kaká y su elogio del catalán, al que considera "el prototipo del futbolista moderno". "Siempre ha sido un jugador en el que fijarse", dice arrobado Cesc, "que diga algo bonito de ti un Balón de Oro es algo muy especial, es un halago que me gusta mucho".

Balón de Oro. Una palabra que algunos comienzan a dibujar en el horizonte de Cesc. Pero el horizonte se antoja eterno al observar al niño, otra vez el niño, asomarse a las agujas del reloj y soltar un «¡hos...!». El autobús rumbo a Bolton está a punto de partir de London Colney y Wenger no permite que sus pupilos se monten después de él. Cesc está a punto de sufrir uno de los célebres rapapolvos del general. Por eso coge sus cosas y sale corriendo. El francés no se anda con tonterías.
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