Desde luego no es que el equipo nos tenga acostumbrados a frecuentes alegrías deportivas, más bien todo lo contrario, pero en muchas ocasiones queremos rizar el rizo.
En mi entorno personal, en una de esas conversaciones que surgen cuando nos ponemos metafóricamente el chándal de seleccionador que todos llevamos dentro, esta semana compañeros de trabajo se quejaban de varios temas tras el amistoso de España-Italia del pasado miércoles.
Madridistas en su mayoría, han asumido que Raúl no acudirá a la Eurocopa, y ni siquiera contemplan ya la situación de Guti. Pero, pese a que no les había disgustado la actuación del equipo nacional, las objeciones eran varias. Por qué jugábamos con un delantero en vez de dos, dudas sobre el rendimiento de Cesc Fábregas, ausencia de juego por las bandas y la eterna y presunta falta de competitividad del jugador español.
La memoria con la selección no está muy presente en el aficionado si no es para recordad el estigma de los cuartos de final. Desde que se marchó Javier Clemente, España lo ha intentado todo. Jugar con extremos, con uno, sin ellos, con un delantero, con dos…y los resultados siempre son muy parecidos.
Algunos jugadores están siempre bajo sospecha. Hace un tiempo le tocó a Iniesta y ahora a Cesc. Cualquiera que vea al catalán jugar semana tras semana en el Arsenal puede fácilmente comprobar que si algo le sobra es competitividad. Nadie se abre paso a los 17 años en la Premier League si no tiene ese gen. Fábregas se ha metido en innumerables refriegas por defender a compañeros que han sufrido entradas duras, o incluso coger por el cuello a John Terry en uno de los calientes derbies ante el Chelsea de los últimos años.
Mis compañeros ponían el foco sobre él, e incluso apostaban por que sólo jugaran dos de los tres pequeños ya que sus características son muy similares. Personalmente creo que Xavi, Iniesta y Cesc son jugadores que como mucho tienen en común la altura y el peso. Pese a su similar nacimiento futbolístico cada uno ha desarrollado su propio fútbol.
Pero en mi opinión el problema principal no es ese. Para que un equipo funcione, y más una selección cuyos entrenamientos en común son muy limitados, no sólo basta el talento, y podríamos poner decenas de ejemplos. Cada selección debe apostar por los valores positivos que tenga su fútbol, y llegar con ellos lo más lejos posible.
Seguramente el nivel del fútbol español no llegue para ser campeones del mundo o de Europa (aunque si recientemente lo han logrado Italia y Grecia, respectivamente, todo es posible), pero hemos de ser fieles a lo que tenemos. Hoy, lo que nos distingue del resto, es nuestra calidad en medio campo y la capacidad para controlar el juego. Luego podemos llegar al gol con más o menos frecuencia, pero no tenemos mucho más. Aprovechémoslo y démosle confianza.